Habían dos cosas que me preocupaban en Nepal, la primera era que me gustara tanto y la segunda tenía que ver con un salto desde un puente a 160 metros agarrado de un elástico. El valle de Kathmandú es una especie de hormiguero feliz, de favela disfrutable, una especia de ciudad medieval postmoderna, una canción terraja, espiritual, un rasta, callecitas, colores… la pobreza no importa llegas a pensar, se te ocurre que no hay, que es relativa, una gran mentira… ‘no es pintoresca’ tiré y me metí hasta las costillas en una discusión conmigo, la pobreza no es pintoresca, no es una cuestión de culpa ni de lo políticamente correcto, - el viaje… Hong Kong te espera con guita bajando por las calles, y saltando de un banco a otro, y Delhi te espera con gente muriéndose de hambre en las calles, vos llegás en avión, alas 12 del mediodía estabas en Hong Kong y a las 5 de la tarde estás en Delhi. Vos y lo políticamente correcto, que estupidez-.
Caminamos por callecitas de ticholo a la vista y anchos despreciables, de puertas de colores viejos y niños de pies descalzos en sonrisa, sacamos fotos, hablamos por teléfono, hablamos con la gente de ahí, comimos en el Mithos, un boliche que saca pibes de las calles, les enseña a cocinar, les da laburo y los deja ir, todo eso, toda esa maternidad en 20 o 30 metros cuadrados pintados a rodillo. Desayunos con huevo duro y faltas de respeto justificadas turísticamente, el hinduismo quema sus muertos y nosotros sacamos fotos. Tuvieron que ver en elresto de mis días. ‘Me voy solo’ pensé cuando me eneré de que las dos ratas, Paco y Martu ya habían ido, al otro día estaba en un ómnibus con algunos gringos y cinco nepalíes, y algunas gallinas, eran unos cien kilómetros entre las montañas, entre los himalayas, hasta llegar al último lugar. Hice unos videos y no hable. La geografía no era describible, la gente de pies descalzos y espaldas de fargo sellaban las retinas, los pulmones llenos, llegamos. Despues de una explicación, me escribieron el número 72 en la muñeca, fuimos hasta el puente el 96, un inglés bastante grande era el primero, después alguien que pesaba ochenta y pico yo era el sexto, después de un australiano, no tenía nervios así que me puse a pensar ‘que raro esto’ era lo único que recurrentemente me daba vueltas en la cabeza, se me representaron imágenes y esquemas, no pude entender porque, no encontré razón para que yo y los diez gringos estemos ahí, para que miles lo hagan. Llegó mi turno y me senté, de nuevo explicaciones, todos los ajustes posibles y una declaración. Me paré en el borde, con mucho miedo, ni la vida, ni mi flia, ni una mina, ni el mundo, ni toda la historia de la humanidad, nada, nada se me pasó por la cabeza, ni siquiera salir corriendo, ni negarme, así que salté. 160 metros más abajo tampoco pensé en nada.